(fuente: http://guadielarevista.blogspot.com/2008/07/8-las-bruxas-de-tinaxas-final.html)
Brujería e Inquisición en Cuenca (Siglo XVII)
¿Hubo brujas en la villa de Tinajas?
Como en todos los demás casos de brujería, hay que distinguir entre lo que se infiere, aunque sea poco, de la conciencia que los acusados tenían sobre su profesión de brujos y lo que los testigos y el pueblo en general pensaban. Es decir, distinguir entre lo que Baroja llama "creencia activa" lo que creen las brujas de sí mismas y "creencia pasiva" o lo que se cree de las brujas. Parece que ni Catalina ni Juliana negaban su condición de brujas y hasta en ciertos momentos les va bien hacérselo creer a la gente del pueblo. Así se explican sus amenazas cuando intentan conseguir algo de los demás o se sienten ofendidas por alguien, sus advertencias, sus quejas. Y también ¿a veces, cosa muy normal, su miedo a ser delatadas a la Inquisición. La misma Juliana exclamaba un día: "No se cuando me llamarán, porque ya se que tengo de ir a padecer y morir... por un testimonio que ha más de diez años que me han levantado". Si ellas no eran brujas, al menos intentaban o creían serlo. Y lo mismo se diga de su hermano Miguel de León, que pretende curar enfermedades de los animales a través de conjuros y hechicerías con huesos humanos.
Lo más notable, no obstante, es el estado de ánimo que se percibe a través de las testificaciones, en las personas del pueblo, es decir, en la masa. Hay mucho miedo. Miedo subjetivo y miedo colectivo. Un joven que tiene que salir de noche de su casa y andar, invierno y verano, por las calles oscuras, llega a ver bultos blancos y luces sospechosas y, acechando por las ventanas, llega a descubrir a las mismas brujas en sus intimidades. El mismo joven, seguramente medroso, durmiendo en casa de sus amos, donde se queda solo, llega a presenciar escenas de brujas que entran sin abrir la puerta e intentan mortificarlo. No se atreve a salir luego al portal y deja pasar una hora, quedando en vela hasta cerca de la madrugada antes de aproximarse a la puerta de la calle. Además, ¿por qué siempre acapara su atención Juliana? ¿Hay en él algún sentimiento hacia ella, que no puede claramente manifestar, quizás por razones sociales?. Este sentimiento, inconfesable para su mentalidad, unido a la opinión del pueblo sobre Juliana, ¿no le hace soñar con ella y verla en hábito brujesco?. Y, si en realidad Juliana ha venido, aunque vestida de bruja, varias veces a donde duerme el mozo, ¿ha sido solamente por asustarlo?.
Luego está la psicosis colectiva de un pueblo profundamente religioso, con un culto a los difuntos muy desarrollado y además con una gran dosis de ideas y prácticas supersticiosas, como cualquier otro pueblo de la época. Observando las testificaciones se ve inmediatamente que hay un esquema mental bien definido, que se aplica en este caso y se pretende dé resultado. Aunque se haga inconscientemente. Leyendo, por ejemplo, la descripción que hace Juan de Lete de las personas que entraron en su aposento, uno enseguida recuerda la imagen de las brujas que nos han legado la literatura y el arte: untadas, con el pelo suelto, semidesnudas, bailando, con luces extrañas, etc.
Por otra parte, la tesis de que el tribunal del Santo Oficio no era invulnerable y de que se podía violar, condicionar, obstaculizar o impedir su actuación en cualquiera de los tractos de un proceso, gana cada vez mayor terreno en mi convencimiento personal, a medida que profundizo en el estudio de la Inquisición Española. Al fin, era tribunal humano, sujeto como los demás a limitaciones y miserias. Por eso he llamado la atención sobre la declaración del cura de Tinajas, que lo era en aquellos momentos el lic. Marco Téllez, natural de Alcohujate . Como la cosa más natural del mundo, Miguel de León había tratado de comprar su mutismo, su disimulo o su obstaculización del proceso contra Juliana, a base de recompensas materiales, "que para eso tenía él su hazienda". Un verdadero chantaje. Nunca se hubiera atrevido Miguel a hacer tales proposiciones al cura, si no entendiera que también el tribunal del Santo Oficio, con todo su complicado montaje, podía tener sus puntos flacos. No hacía falta en este caso, por lo que se verá, pero es significativo el intento.
Lo que sucedió finalmente con las brujas de Tinajas es esto: Como era usual, debieron de preceder denuncias, que algún familiar del Santo Oficio llevaría a Cuenca. Los inquisidores, cumpliendo su oficio, enviaron al comisario del distrito. Este recogió los "dichos" de los testigos. El Doctor Vallejo como fiscal los puso en orden, pero o no halló motivos para presentar la denuncia formal ante el tribunal o los mismos inquisidores, entonces el lic. Rodrigo de Sanfelices y Guevara y el dr. Fernando Heras Manrique, estimaron conveniente, ateniéndose al texto y al espíritu de la Instrucción de 1614, no promover ninguna acción contra la familia León. El caso de estas brujas durmió para siempre en el Archivo Secreto de la Inquisición de Cuenca, donde ahora lo hemos hallado.
¿Hubo brujas en Tinajas? La cosa está clara: Las hubo en Tinajas en el siglo XVII, como en Alemania en el siglo XV o en la Mancha en el siglo XX. Siempre hubo y habrá personas que tienen propensión, digamos temperamental, a darse a las prácticas hechíceriles y brujescas. Hasta puede haber quien renuncie de Dios y, más o menos explícitamente, pretende pactar con el demonio. Todos conocemos, por los medios de difusión, casos actuales. Pero en mayor abundancia hubo y habrá personas que sienten necesidad de personificar sus propios miedos, sus impotencias, terrores, congojas, inquietudes, dudas y problemas de todo género, hallando la solución en la posible existencia de esos seres que desde hace siglos llamamos brujas.
Quiero terminar con una frase de López Ibor, que, a mi parecer, sintetiza correctamente lo que yo llamo el "brujismo" o aceptación universal de la creencia en las brujas: "La creencia es tan manifiesta dice él como incomprensible a la vez". Es verdad. Así el problema de la brujería queda abierto quizás para siempre.
Lo más notable, no obstante, es el estado de ánimo que se percibe a través de las testificaciones, en las personas del pueblo, es decir, en la masa. Hay mucho miedo. Miedo subjetivo y miedo colectivo. Un joven que tiene que salir de noche de su casa y andar, invierno y verano, por las calles oscuras, llega a ver bultos blancos y luces sospechosas y, acechando por las ventanas, llega a descubrir a las mismas brujas en sus intimidades. El mismo joven, seguramente medroso, durmiendo en casa de sus amos, donde se queda solo, llega a presenciar escenas de brujas que entran sin abrir la puerta e intentan mortificarlo. No se atreve a salir luego al portal y deja pasar una hora, quedando en vela hasta cerca de la madrugada antes de aproximarse a la puerta de la calle. Además, ¿por qué siempre acapara su atención Juliana? ¿Hay en él algún sentimiento hacia ella, que no puede claramente manifestar, quizás por razones sociales?. Este sentimiento, inconfesable para su mentalidad, unido a la opinión del pueblo sobre Juliana, ¿no le hace soñar con ella y verla en hábito brujesco?. Y, si en realidad Juliana ha venido, aunque vestida de bruja, varias veces a donde duerme el mozo, ¿ha sido solamente por asustarlo?.
Luego está la psicosis colectiva de un pueblo profundamente religioso, con un culto a los difuntos muy desarrollado y además con una gran dosis de ideas y prácticas supersticiosas, como cualquier otro pueblo de la época. Observando las testificaciones se ve inmediatamente que hay un esquema mental bien definido, que se aplica en este caso y se pretende dé resultado. Aunque se haga inconscientemente. Leyendo, por ejemplo, la descripción que hace Juan de Lete de las personas que entraron en su aposento, uno enseguida recuerda la imagen de las brujas que nos han legado la literatura y el arte: untadas, con el pelo suelto, semidesnudas, bailando, con luces extrañas, etc.
Por otra parte, la tesis de que el tribunal del Santo Oficio no era invulnerable y de que se podía violar, condicionar, obstaculizar o impedir su actuación en cualquiera de los tractos de un proceso, gana cada vez mayor terreno en mi convencimiento personal, a medida que profundizo en el estudio de la Inquisición Española. Al fin, era tribunal humano, sujeto como los demás a limitaciones y miserias. Por eso he llamado la atención sobre la declaración del cura de Tinajas, que lo era en aquellos momentos el lic. Marco Téllez, natural de Alcohujate . Como la cosa más natural del mundo, Miguel de León había tratado de comprar su mutismo, su disimulo o su obstaculización del proceso contra Juliana, a base de recompensas materiales, "que para eso tenía él su hazienda". Un verdadero chantaje. Nunca se hubiera atrevido Miguel a hacer tales proposiciones al cura, si no entendiera que también el tribunal del Santo Oficio, con todo su complicado montaje, podía tener sus puntos flacos. No hacía falta en este caso, por lo que se verá, pero es significativo el intento.
Lo que sucedió finalmente con las brujas de Tinajas es esto: Como era usual, debieron de preceder denuncias, que algún familiar del Santo Oficio llevaría a Cuenca. Los inquisidores, cumpliendo su oficio, enviaron al comisario del distrito. Este recogió los "dichos" de los testigos. El Doctor Vallejo como fiscal los puso en orden, pero o no halló motivos para presentar la denuncia formal ante el tribunal o los mismos inquisidores, entonces el lic. Rodrigo de Sanfelices y Guevara y el dr. Fernando Heras Manrique, estimaron conveniente, ateniéndose al texto y al espíritu de la Instrucción de 1614, no promover ninguna acción contra la familia León. El caso de estas brujas durmió para siempre en el Archivo Secreto de la Inquisición de Cuenca, donde ahora lo hemos hallado.
¿Hubo brujas en Tinajas? La cosa está clara: Las hubo en Tinajas en el siglo XVII, como en Alemania en el siglo XV o en la Mancha en el siglo XX. Siempre hubo y habrá personas que tienen propensión, digamos temperamental, a darse a las prácticas hechíceriles y brujescas. Hasta puede haber quien renuncie de Dios y, más o menos explícitamente, pretende pactar con el demonio. Todos conocemos, por los medios de difusión, casos actuales. Pero en mayor abundancia hubo y habrá personas que sienten necesidad de personificar sus propios miedos, sus impotencias, terrores, congojas, inquietudes, dudas y problemas de todo género, hallando la solución en la posible existencia de esos seres que desde hace siglos llamamos brujas.
Quiero terminar con una frase de López Ibor, que, a mi parecer, sintetiza correctamente lo que yo llamo el "brujismo" o aceptación universal de la creencia en las brujas: "La creencia es tan manifiesta dice él como incomprensible a la vez". Es verdad. Así el problema de la brujería queda abierto quizás para siempre.
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De Brujeria e Inquisición en Cuenca, por Dimas Pérez Ramírez, sacerdote, fue Profesor y Secretario del Seminario Menor de Uclés durante los diez primeros años de su creación. Es miembro de la Real Academia de las Artes y las Letras Conquenses y ha desarrollado una importante labor de investigación histórica con la publicación de varios libros y numerosos artículos en los medios de comunicación.
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